Puede ser que el conocido refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente” no sea aplicable al método de las inyecciones, ya que mirar hacia otro lado en los momentos dolorosos (como cerrar los ojos cuando nos van a vacunar) puede que nos resulte mucho más incómodo y tengamos una mayor sensación de dolor.
Una innovadora investigación de las universidades del Reino Unido y de Italia ha llegado a la conclusión de que mirar al lugar de nuestro cuerpo donde vamos a sufrir algún tipo de dolor, puede llegar a ser beneficioso a la hora de minimizar el sufrimiento, puesto que actúa como un analgésico.
En el experimento se probó la resistencia al dolor de 18 voluntarios, poniendo una sonda de calor en la mano izquierda de cada uno de los participantes del estudio. La temperatura aumentaba gradualmente hasta llegar al punto de dolor de los voluntarios. De esta forma se comprobó que las personas que observaban su mano izquierda podían tolerar hasta 3 grados más de calor que el resto.
Otro factor que se tuvo en cuenta en esta investigación fue el tamaño de la zona donde se aplicaba el calor, utilizando espejos cóncavos y convexos para mostrar una mano más grande o más pequeña al voluntario. Los resultados del estudio fueron que al aumentar el tamaño de la mano las personas toleraban mejor el calor y el dolor producido por el mismo, que las personas que veían su mano más pequeña por el efecto de los espejos.